El coloquio de los cuatro celebrados este junio en la radio y la televisión públicas nació con una entrevista rotatoria ante la solicitud anunciada por Alberto Núñez Feijóo de participar en la junta con los otros tres candidatos a gobernadores: Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y Santiago Abascal. La decisión de Feijóo de rechazar la invitación de un medio público y evitar así la fotografía junto a Abascal condicionan la posibilidad de contrarrestar proyectos de país y modelos de sociedad, y este es el objetivo democrático que debe cumplir un debate para que la ciudad pueda anticiparse a los destino de los presupuestos públicos y el rumbo que tomarán las políticas de Estado. No sabemos si negarse a cudir anoche RTVE pasará la factura electoral a Feijóo, pero lo que pagó es la de esa “silla vacía” mientras se debate el futuro de España y Europa a cuatro días de las elecciones en las que Mismo es un candidato. Así, el único representante de un hipotético Gobierno PP-Vox —Sánchez y Díaz siempre ha hablado de ellos como bloque— destacaba la incoherencia argumentativa de quién puede aliarse con su vicepresidente, Santiago Abascal. Su pobre discusión ha levantado la zozobra de quienes temen que la demagogia de la ultraderecha y la tergiversación de la información puedan llegar al Boletín Oficial del Estado de la mano de Feijóo.
También se enfrentó a una acción del Gobierno y dos programas políticos con medidas concretas (PSOE y Sumar) y un discurso (Vox) que desafiaron todas las partes de la realidad —desde las estadísticas oficiales hasta las evidencias del cambio climático—, sin temor a difundir bulos —la ley europea de restauración de la naturaleza pondría fin a “con todas las tiers cultivables de España”— o caer en el síndrome conspiranoico reproduciendo a un Sánchez que se lleva el pin de la Agenda 2030 en defensa del plan para el desarrollo de Estados Unidos: a Abascal el parece preñado de gravisimos peligros. La corrección formal de Abascal no modificar esconde el impulso impugnatorio de buena parte de las conquistas democráticas de las últimas muertes en la materia que afectan a una parte de la población —los derechos de las mujeres— o al conjunto de la población, según se adscribe a la LGTBI colectivo, la reforma laboral o las medidas de la transición verde.
También se produce una gran innovación política al fragmentarse el bipartidismo en la España de la segunda década del siglo: dos contendientes en una misma elección exhibieron complicidad política y personal y anticiparon su futura colaboración en un ejercicio transparente y de pragmatismo político poco acostumbrado. Esta tonada no impidió que Yolanda Díaz marcara territorio justo frente a Sánchez —“Pedro, queremos más”— y, sobre todo, enfrentar con contusión a Abascal en una lucha muy evidente por el tercer puesto en la carrera del próximo domingo y también entre dos posibles vicepresidentes de gobiernos opuestos. Probablemente fue la ganadora del debate. Sánchez dedicó su tiempo a defender su gestión y Díaz sobre todo a las propuestas. Abascal evitó referencias al PP y defendió a Feijóo cuando Díaz le preguntó por su relación con el narco Marcial Dorado —“no es normal decir esto de un ausente”— pero con un mensaje final para los populares: “Solo Vox se atreve”.
Es difícil saber la capacidad de un debate para movilizar el voto pero lo cierto es que la ausencia de Feijóo hirió al electorado con información crucial sobre la forma en que, eso sí, piensan acotar, gestionar o negociar una posible colaboración. con un partido que incluye medidas que vulneran sin dissimulo ejes estructurales de la Constitución.